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Chuchin
Chuchin era un niño pequeño, inocente como cualquier chiquitín de 3 años. Su abuela, que lo quería mucho, le regalaba juguetes y pelotas, dulces y colores, pero sobre todo abrazos. Cierto día, Chuchin comenzó a inquietarse, sus juguetes desaparecían uno a uno ¿Quién se los llevaba? se preguntó ¿El ratón de los dientes? no, aun no se me cae ninguno –pensó- y dudo que ese afanoso señor tenga tiempo para hacer tan perversas travesuras -era el pensamiento de Chuchin. A la par que los juguetes de Chuchin desaparecían, la colonia comentaba extraños sonidos que venían del patio trasero de Doña Astucias, la señora amargada del pueblo -Ocúpense de sus asuntos viejas chismosas, viejos holgazanes y escuincles tontos- gritaba la mujer cada vez que algún vecino cometía el error de preguntarle por aquellos extraños ruidos. Una madrugada, Chuchin se armo de valentía. Tengo que atrapar a esa sabandija que roba mis juguetes y quien sabe a cuántos niños más hace infelices -pensó para sí- y armado con su lámpara de patito, salto al sospechoso patio de la misteriosa vecina, sin saber la sorpresa que le esperaba en ese oscuro lugar.
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